Ponencia 2013

Varios autores han tratado sobre la diferencia entre técnica y tecnología. Brevemente, plantearemos algunas reflexiones:

 La técnica  es un conjunto  de tareas  aplicadas que dan como resultado  un producto. Por ejemplo: la fabricación de una pieza que se puede producir por un proceso de estampación. La estampación es una técnica.

La tecnología es la reflexión sobre la técnica para darle el contenido teórico necesario para que esta se aplique.

Volviendo al ejemplo: en función de la tarea que va a cumplir esa pieza,  se determinará el tipo de aleaciones y de tratamientos que esta necesite. Generalmente se confunden tecnología con informática. La tecnología abarca todas las relaciones de producción existentes.

Trataremos ahora de mostrar la faceta política que le es inherente.

Dicha materia es patrimonio del dominador pero si rápidamente no se vuelca a las masas que la consumen,  este no le sacaría ganancia.

Además, el producto final tiene una técnica y una tecnología  propias. Y de las mismas se desprenden elementos básicos para que el producto final sea reparado y mantenido.

En el armado de un automóvil lo que hacemos es ensamblarlo con las tecnologías que vienen de otros países.

En los países con capacidades escasas o nulas para desarrollar  técnicas y tecnologías propias, y no por casualidad, nos  encontramos  con la necesidad de consumir  lo que producen otros  y por lo tanto, por falta de conocimiento crítico, aceptamos bajo cualquier condición lo que se nos ofrece en una operación normal  de adquisición de un producto en el mercado.

El colonizador acredita que la tecnología rigurosamente medida y fiscalizada, exportada para los países marginales bajo los rótulos de auxilio y asistencia técnica, ayudaran a los pueblos  de esas regiones a elevar el nivel  económico de vida. Y por lo tanto nos obligan a consumir   los productos  de tecnología adelantada normalmente más cara y anteriormente inaccesibles a ellas.

Para poder comprar las mercaderías que penetran , generadas por manos ajenas en su espacio nacional, precisan desenvolver hasta cierto punto bien calculado, vigilantemente controlado, sus recursos propios. Lo que tendrán que hacer con auxilio de la técnica recibida especialmente de las maquinas automatizadas.

Siendo los productos técnicos de mayor rendimiento los más caros se impone la falacia de ayuda. Se nos impone el producto,   la técnica, la tecnología y el técnico que la aplica.

Un ejemplo claro: la energía eólica.

No es solo  la venta de un producto, es la dependencia económica, social y cultural que ejerce el capital sobre el pueblo.

 Por lo antes mencionado se hace necesario  expresar lo siguiente:

¿Qué proceso debería transitar la educación técnica y tecnológica de cara a una transformación independiente del capital?

Queremos destacar, antes, en  qué proceso estamos  hoy,  luego de las sucesivas reformas a nuestro sistema UTU.

Las más conocida pero no la única es la reforma rama que termino de desarticular  nuestra formación,  quitando las carreras técnicas, impulsando los bachilleratos tecnológicos y otros cursos sin continuidad educativa.

Es en esta etapa donde se pone la educación técnica a disposición del mercado y donde se promueven los cursos apuntando al modelo del país de servicios, dejando las carreras  técnicas  desarmadas porque no se necesitaban y el mercado no quería técnicos por una razón clara de sus costos.

Esta desarticulación favoreció a la  proliferación de la oferta privada en esta materia.

Pero no solo a mediados de los 90 se dio dicha reforma. Viene de tiempo atrás: a fines de los 50 se promovió una reestructura de nuestros cursos que ocasionó una pérdida de espacios y procesos en la formación en los talleres. Luego, durante la dictadura y a la salida de la misma, la reforma Sanguinetti jugó un papel fundamental. En resumidas cuentas, hasta ese entonces teníamos un ciclo técnico que podía llegar hasta los siete años y que acreditaba dos años de formación docente en lo técnico. Después de la Reforma Sanguinetti pasamos a carreras de cuatro años. Hasta la mencionada reforma rama.

En la actualidad, no contamos con una carrera técnica concebida desde ese lugar. Lo que tenemos son cursos que cumplen con los requerimientos puntuales: ser bachiller con alguna orientación que inspire el mercado.

La actual ley nos termina de condenar al asistencialismo operativo del mercado. Quitando la estructura que nos va quedando, el ciclo básico tecnológico, perderíamos los cursos terciarios y la carrera de Ing. Tecnológico quedaría en la órbita de la UTEC. El destino de los cursos de educación media es incierto: porque no se sabe si van a seguir dependiendo de la UTU o pasarán a depender del Consejo de Educación Superior.

Tomando a Figari:

La propia instrucción industrial no debe iniciarse (y mucho menos en estos países) por el conocimiento de la manipulación de las industrias usuales, sino desarrollando la industriosidad del alumno, lo que, al preparar su conciencia productora, lo habilita para intervenir con criterio en esas mismas industrias, y lo dispone así a las iniciativas. De este modo, puede obtenerse el artesano competente para arbitrar en cualquier emergencia, mientras que del otro se produce el operario autómata, destinado a las mil formas de esclavización que inspira el afán de lucro de los  empresarios, y esto no puede ser un anhelo social.

Se hace más que necesario tomar la rica experiencia  de la universidad de la republica. Que resulta imprescindible para mantenerse al margen de la política electoral de los partidos.

La educación debe de ser una política de estado y no estar sujeta a los partidos políticos. Es decir, llevada adelante por los involucrados en base a las necesidades de desarrollo económico, social y cultural.

El desarrollo no se puede  entender de manera atemporal, si no que  se llena de contenido históricamente. Cada sociedad y cada época tienen su propia formulación de qué es el desarrollo, que responde a las convicciones, expectativas y posibilidades que predominan en ellos.

En definitiva, el concepto de desarrollo se relaciona con la idea de futuro que se presenta como meta para el colectivo humano, para emprender el proceso de independencia técnica y tecnológica que nuestra universidad, la universidad del trabajo, está llamada a concretar para romper la contradicción capital-trabajo.

Es una necesidad in situ dada nuestra  condición de clase trabajadora y como formadores de obreros calificados y técnicos.

Una educación integral al decir de Figari que plantea los siguientes puntos:

-La enseñanza industrial debe de ser la base de la instrucción publica.

-Debe tratarse de formar una conciencia autónoma productora.

El cuerpo docente común debe irse preparando para acompañar esta función evolutivamente y en forma práctica. La técnica y la tecnología no van dirigidas solamente al sector industrial, artístico o administrativo, sino también a la tierra. Su tenencia y su productividad juegan un papel tan importante como necesario. Los recursos naturales en manos extranjeras atentan contra la soberanía del país y del ambiente sustentable.

Se hace urgente una reestructura a fondo teniendo en cuenta su diversidad sin perder el norte de la formación integral. En todos los niveles y en todas las edades, ya que la UTU se cursa y luego se vuelve a ella en busca de perfeccionamiento.

En cuanto a la formación técnica, tiene que ser especifica, tiene status propio que es el saber hacer. Ese saber está vinculado a la actividad productiva, a la creación artística pura o utilitaria. No son conocimientos enunciativos, sino saber consistentes en el conjunto de actos, de logros, de haceres, con el propósito de obtener un determinado hecho o producto en el hacer. No solo desarrolla habilidades manuales sino que genera saberes que son conocimiento en sí mismos: el saber hacer, que alcanza categoría epistemológica, es un conocimiento distinto al enunciativo, tiene otras exigencias y su tratamiento pedagógico es también diferente. Teoría y práctica no son categorías contradictorias. No puede haber práctica docente en la enseñanza técnica que no incluya el saber hacer, por eso es válido pensar y hablar de una pedagogía del saber hacer y una formación docente que le corresponda.

Por lo tanto, reivindicamos la pedagogía emancipadora y americanista  de Figari.